
Por la necesidad de describir esquemáticamente, diremos que la historia de lo sensorimotriz se inicia cuando ciertas configuraciones de energía empezaron a constituir átomos, luego moléculas simples, que devinieron en complejas hasta la aparición de las biomoléculas y el ya famoso equipo CHONPS (Carbono, Hidrógeno, Oxígeno, Nitrógeno, Fósforo, Azufre) a partir del cual el mundo de las configuraciones moleculares posibles se expandió logarítmicamente hasta hacer posible el surgimiento de lo autopiético, es decir, lo vivo. Si aguzamos la mirada, nos daremos cuenta que lo que encierran los fenómenos arriba descritos (energías, átomos, moléculas etc.) es la capacidad de crear relaciones entre elementos; relaciones que abren nuevas posibilidades, que no estaban presentes antes de que la relación se constituyera. Para que esas nuevas posibilidades surgieran hay que aceptar que "crear relación" implica (para los elementos que constituyen la relación), sentir de algún modo la relación y responder de algun modo a ese sentir. En el mundo de lo vivo (o autopoiético) responder es moverse. Todo el conjunto pasa a ser un fenómeno sensori (siento) y motriz (me muevo). Las casi infinitas posibilidades de plasticidad que abrió en la Evolución la aparición del Sistema Nervioso, se basan en estos humildes fenómenos sensorimotrices. Pero esto no es sólo válido para el Sistema Nervioso, sino que lo es tanto para organismos unicelulares carentes de él, como para otros sistemas integrados en el organismo, como los Sistemas Inmune, Endocrino, Cardiovascular, Músculo esquelético, o, cualquier fenómeno que ocurra en seres vivos.
Toda emoción por ejemplo, está constituido por fenómenos sensorimotrices, que por cierto surgen desde nuestra Estructura Total, huella encarnada de nuestro vivir. Nuevos fenómenos sensorimotrices gatillarán cambios estructurales que cambiarán nuestra Biología, nuestro emocionar, nuestro hacer y como consecuencia nuestro ser. Ya lo hemos dicho: Somos según lo que hacemos.
PERO, si no atendemos a los fenómenos sensorimotrices que surgen en nuestro cuerpo como consecuencia de lo que hacemos, entonces nos vamos volviendo insensibles a las consecuencias de nuestro hacer y a partir de este punto ya no nos sentimos responsables de lo que hacemos.
Entramos al vivir sin vivir; al vivir sin sentir, pasamos por la vida, sin vivirla, ¡ que no es el caso del torero que ilustra esta entrada!